A lo largo de los 25 años en que estuvo al frente del negocio familiar, se hizo conocido por casi todos los tucumanos. Era un sanguchero por excelencia. La calidad de sus sánguches no se discutía. Mario Rivera, más conocido como el “Gordo” Mario, dejó este mundo en la noche del lunes a la edad de 69 años, a causa de una insuficiencia renal.
Según explicó su hijo en una sentida carta de despedida que publicó en Facebook, su problema renal derivó en un paro cardio respiratorio. “Por más que los médicos hicieron lo que pudieron su cuerpo no resistió más”, dijo el joven.
Mario se había dedicado al sánguche de milanesa, ese emblema de Tucumán, que es tan valorado por todos que hasta tiene su propio día. Y esta pasión por este sánguche típico y único de la provincia se debe, en gran parte, a personas como el “Gordo” Mario, que entregaron años de vida para darles lo mejor para sus clientes.
Creaciones célebres
Mario será siempre recordado como el creador del “ascensor”, un sándwich que hizo historia en Tucumán y que se armaba con los recortes las milanesas con que iba haciendo los clásicos sánguches. Después, armaba otro sánguche poniendo una encima del otro tales recortes. Es muy recordado, asimismo, su clásico “lomito salteño”.
A pesar de haber abandonado la profesión hace algunos años con el objetivo de recuperar el tiempo perdido junto a su familia y por miedo a la inseguridad, con el anuncio de su fallecimiento las redes sociales se inundaron de comentarios de agradecimiento y sentidas despedidas al recordado sanguchero.
Sus clientes de siempre lo describieron “como una leyenda”, hicieron hincapié en que las suyas eran “las mejores milanesas de Tucumán” y le dijeron adiós con dolor y nostalgia.
Clientela fiel
En 1989, Rivera decidió abrir una sanguchería, con el apoyo de su esposa Mimí. Sus preparaciones se convirtieron rápidamente en un éxito: no hace falta explicación, quienes tuvieron la oportunidad de saborear sus productos aseguran que sus sánguches eran inigualables. No importaba si fuese en Colon 33, en el pasaje Miguel Cané o en la calle Matienzo: Mario tenía una clientela fiel, que lo seguía a donde fuese.
Y atravesó generaciones: seguro muchos recuerden alguna cena familiar allí, alguna salida con amigos o una primera cita con un novio o una novia. La sangucheria de Mario era una institución, un paso obligado para todos los tucumanos de la época. Por eso quienes lo conocieron aseguran que su recuerdo seguirá vivo.
Así lo resumió en las redes sociales su hijo, también llamado Mario: “Todos sus clientes y amigos le tenían un gran afecto y sé que esta noticia causará casi tanto dolor como el que está pasando mi familia”. Mario explica en su carta que sabe que extrañará por siempre a su padre pero elige recordar “todo lo hermoso que era y su risa cada vez que le contaba alguna tontera, los asados familiares, las Navidades y cumpleaños y hasta el último helado que comimos juntos en el sanatorio”. Y es que sí, además de haber hecho felices a los tucumanos, el “Gordo” Mario también fue un gran padre.
Con su muerte también se pierde un pedazo de la infancia de muchos, la adolescencia de otros, y la juventud de muchos más. Pero queda, sin dudas, la alegría y la satisfacción de una comida compartida en lo del Gordo.